Breve Catalogo de insectos y otros
seres menudos es la última
entrega de José Manuel Vivas, la onceava
de su producción literaria, editada
por Lastura en su colección de poesía.
1. DESDE EL
TÍTULO, UNA REFLEXIÓN.
Si tuviera que coger una imagen para describir esta obra tomaría la del grito de una madre al parir su primer
hijo. ¿Por qué digo esto? porque el poemario de José Manuel es la visión poética y amante del dolor, de lo
incierto, ante el ser humano que tiene enfrente. Un dolor infligido al hombre
por el propio hombre. Sí, en este Breve catálogo de - lo molesto-
el poeta toma la iniciativa de mostrarnos los desastres de este homo
homini lupus que es el ser humano.
Su forma de decir no es con ironía, aunque la
emplee, sino con aquello que mejor conoce, el
verso. Así, de esta manera, bajo el
título curioso de Breve catálogo de
insectos y otros seres menudos, hilvana los peores hechos de la
historia reciente: pateras, hambre, guerra, proxenetismo,…, con versos, con
magníficos versos, que no hacen menos horrible ni más amables los hechos que
cuenta, sino más soportables. Por
tanto, este libro no es un poemario al uso sino una caja con versos donde el poeta ha colocado la memoria arrinconada,
aquello que no nos interesa mirar.
No hay que tener miedo a dejar de leer este
libro nada más comenzar. Advierto que provocan vértigo, el
necesario para hacernos más humano ante tanta des-humanidad. Por esto mismo, se
advierte que la función de los poemas
en esta obra es la de empujarnos a mirar con valentía la
realidad, la triste y dura realidad que nuestro autor cataloga, de forma breve,
como lo molesto, como insectos y
seres menudos.
2. DESDE OTRA
REFLEXIÓN, UNA PROPUESTA.
La otra reflexión, y muy interesante, está en
el prólogo de la obra. Importa no saltarlo. Su autora es Laura Giordani, una poeta argentina afincada en Valencia. En este
prólogo, Laura habla del contenido de este libro como de minúsculos holocaustos que no podemos eludir. Así, como primera propuesta, Laura indica que
tenemos una tarea-la que en sí acomete José Manuel- que es la de decir
lo que nos duele, para que la muerte no tenga la última palabra (pág.
14).
3. LA MIRADA
DEL AUTOR. LAS CUESTIONES QUE PLANTEA.
Esta obra tiene el sello indiscutible de Jose
Manuel Vivas, es decir, una forma
de ir a la raíz de los problemas, de
abordar lo esencial sin alharacas metafísicas, de forma directa y sin paliativos. Por ello, sus versos, los que aquí aparecen, son
frescos aunque hablen de las heridas más profundas.
El contenido
lo vierte nuestro autor en dos grandes capítulos, y un poema
introductorio.
En el poema
de entrada nos presenta a la bestia,
a ese hombre lobo para el hombre; y en los capítulos que siguen, por un lado, desarrolla
aquellos problemas que nos envuelven fruto de la “malicia” humana, y por el otro, aquello que está en nuestra
memoria y queremos olvidar. Cada capítulo tiene 18 poemas, aunque esta
referencia es lo de menos. Lo que importa es que al tomar cualquiera de ellos-
reitero-no se tenga miedo, ni vergüenza a dejarlos una y mil veces para luego volver a
retomarlos. Como digo arriba, aconsejo hacerlo así. Este poemario no admite lecturas lineales, ni seguidas, sino
intermitentes, cortas,
silenciosas, contemplativas dejando espacio para pensar en uno mismo, algo
que no se lleva, y en especial para pedir perdón por los desastres que
provocamos los hombres entre nosotros mismos.
Dicho esto, quiero subrayar las tres cuestiones que nuestro autor plantea:
la crueldad/ la paradoja del límite/ el olvido.
1-La crueldad.-
Esta viene subrayada en el poema introductorio. Aquí, el poeta nos da una visión
paradójica del hombre, de cómo este quiere llegar más alto de lo que su
estatura de finitud le permite. Así, cuando
nos habla de la crueldad lo hace
como de esa realidad congénita al propio ser humano. Esta idea aparece en los tres versos iniciales: Este animal que no protege a su prole/
y la somete al fútil presagio del abandono/tiene los días contados. (17)
La actitud del hombre-en el pensamiento de
nuestro autor-al desproteger y abandonar lo propio no puede ser más cruel, más des-almado. Hay que tener entrañas de
misericordia para seguir creyendo en el ser humano o alma de poeta, como la de
José Manuel, para escribir lo que en esta obra aparece. Es atrevido hablar del raquitismo del propio hombre y al mismo
tiempo seguir creciendo con él.
2.- La paradoja del límite
El primer grupo de poemas, comienza con una cita de la argentina Alejandra
Pizarnik: Son mis voces cantando /para
que no canten ellos,/ los amordazados grismente en el alba, /los vestidos de
pájaro desolado en la lluvia.
Aquí, en este espacio, el poeta describe con sus
versos los límites que el hombre ha
traspasado, la línea roja que ha disuelto, depredando a sus propios hijos
desde el miedo a perder. Esto recuerda a Saturno, aquel dios que se comía a sus
propios hijos bajo la presión del miedo a perder su estatus. Por otro lado, este
hecho depredador habla también de la impotencia del ser humano que creyéndose
superior, al mismo tiempo, se ve incapaz
de admitir sus propios límites. José
Manuel Vivas, con sus poemas, nos presenta esta terrible “hazaña” del ser humano, de cómo pudiendo alimentar el hombre deja
que los otros mueran de hambre (pág. 40/41), pudiendo acoger permite que se cierren
las fronteras (pág. 21), incapaz de amar roba el placer a la otra con la
ablación (pág., 33)…
La paradoja
del límite está aquí, en la contradicción del propio ser humano que siendo
débil se vuelve violento con los más débiles. Es curioso como esta visión de lo
cruel que no queremos admitir en nosotros el
poeta nos la muestra. Nos dice con sus versos el cómo habría que hacerlo,
aunque duela. Sí, hay que admitir que hemos
traspasado los límites de la dignidad,
de lo que en sí es lo humano, cuando permitimos
que algunos hombres se “vuelvan peces de
plásticos que saltan/ desde la selva del olvido/hasta las fronteras de
ciudades/ con nombres impronunciables” (pág. 21); cuando miramos para otro
lado, ante el hombre-niño soldado, al que le “abundan, le laten grillos en
sus manos hasta que estos huyan carne
adentro invadiendo de oscura bilis/ la vejiga/ de dolor su vientre/ y de lodo
sus piernas” (pág. 23). Sí, el hombre fuerte no lo es tanto cuando abandona
a su suerte a sus hijos “y no hay refugio
para tantas manos/ dice el poeta/
para tantas alas rotas ni quebradas
risas, / ninguna esperanza en sus nidos de nieve.” (pág. 25).
Junto a esta cosmovisión del salir fuera de lo
digno, aparece una figura-símbolo que, más allá de cualquier retórica, es
indicativa de la realidad humana, las
manos. Merece la pena leer a este respecto el poema de la página 26, Las
manos que acarician y son ahora garras de mortal abrazo, pura paradoja.
En este apartado primero, José Manuel Vivas
nos hace ver cómo estamos inmersos en una realidad entendida como desmemoria(pág.31),
como la negligencia de una madre
impasible acumulando crueldades,
silencios y mentiras(pág.33), como la vida
truncada que puebla callejuelas y
parques oscuros(pág.35), o nadan entre basureros y cigüeñas, peces de
duras agallas, de pies descalzos y niñez
amputada (pág.39). La
ruptura con lo social es lo que el poeta quiere hacer presente,
visibilizarla aunque moleste. Basta leer el poema La nana invisible de un cuento
africano (pág.28) para ser conscientes de la crueldad del ser humano.
Los versos se soportan porque el poeta los desarrolla con gran ternura. No deja
de ser amante esta visión de los
hechos al pretender con ello-repito- que no se mire para otro lado.
La maestría
de nuestro poeta hace que lo más duro se vuelva algo fácil de mirar generando
conciencia. Y así lo expresa
en el último poema de este capítulo: Mientras
escribo esto sigue sumando la parca/ su infinita cuenta de menudos esqueletos/,
el débito inadmisible en nuestra lista de la compra… (47)
3.- El
olvido.
Esta idea se desarrolla en la última parte. Aquí,
el grupo de poemas nos hablan del no
dejar de tener memoria aunque a toda costa queramos olvidar lo que sucede.
La cita cabecera es de una escritora, Marisa
de la Peña, que entiende- igual que nuestro autor- lo importante que es luchar por la recuperación de la dignidad
humana.
El poema inicial recuerda lo expuesto en la primera parte pero esta vez subrayando las
terribles complicidades para destruir a
los terceros, a esos “insectos” que molestan. Estos son los que sufren,
aquellos a los que se les quita la comida, la casa o la vida. El poeta
magistralmente declina, fuera del encuadre, el verbo tener (haber) y el ser
(estar). Presente imperfecto del verbo
ser/ (que no es lo mismo que ser verbo). / Yo soy cómplice, /tú eres
insensible, /él es un número más. / Nosotros somos unos cobardes, / vosotros
sois unos asesinos/ ellos son las víctimas propiciatorias/ ( Y no hay más
declinaciones por ahora.) (pág.52).
Los poemas
que siguen hablan desde el perdedor,
desde el hombre muerto, desde la herida incesante, desde la vida sin arraigo (pág.
53). Con esto el poeta seguirá insistiendo que esto es lo que no hay que
olvidar y que por tanto no hay que
dejar de tener puesta la mirada en el
sur, ese sur adonde “van los
desastres, las avalanchas, el agua desbordada, la tempestad, los fieros
huracanes (pág. 43) Ese sur de la
vida doliente lo queremos olvidar, sin embargo es importante mantener su
memoria. De esta manera, el poeta significará
el no olvido con un hermoso poema, la maleta de Charlotte Salomón, esa
pintora judía que murió en Auschwitz, y que –como buena hebrea- mantiene el shemá,
el recuerdo dentro de una maleta. Nuestro autor aprovecha el gesto con estos
verso: Tengo una maleta llena de dibujos/en la memoria/y un
millón de cuerpos sin voz/en los pastos del olvido (pág. 55). Hay que
buscar en nosotros la huella de tanto desastre, así nos lo impone la voz de la
conciencia en los versos de José Manuel Vivas haciéndonos una aseveración “no busquéis donde/ no existen ellos, /donde
no hay sombra de su memoria” (pág.58).
Y en medio de tanto desastre y muerte, de esta
segunda parte, un respiro poético en la
imagen del sueño de un niño.
Aquí, el poeta le da voz a los sueños del ser que quiere recomponerse. “Y sueña el niño con nidos y con árboles…con
libélulas y juncos…con ser pez fuera del agua, con ser pájaro que se lanza al
aire / extiende sus alas y vuela
(64). Un descanso lírico donde el significante es la libertad que brota,
como un ideal, en el sueño. Este soñar del niño no es más que un recordar la esperanza ante el olvido,
ante la herida sin cicatrizar. De esta forma, el poeta continúa alertándonos con
los recuerdos, de aquel niño sin frontera, de la madre muerta, del hermano
desaparecido, del padre que nunca regresó…
Lo tremendo
del olvido es que alguien quiera convencernos que
la realidad no es tal, la mayoría de las veces es el poder el que disfraza todo
aquello que no interesa que se sepa haciendo que le demos la espalda a lo
evidente. El poeta es consciente de ello
y nos dirá en uno de los poemas finales: “Acabas
de recordar/las asperezas del olvido, /esa herida sin cicatrizar desde entonces,
/desde aquel tiempo de dolor/ tan temprano…y siempre…dijeron
que todo era mentira” (69).
Enhorabuena a José Manuel Vivas por su
valentía al traernos estos versos de Breve catálogo de insectos y otros seres
menudos, que, directamente, nos hacen tomar conciencia de nuestra
realidad sin obviar la parte molesta que hemos creado. Porque –dice él- “no basta mirar hoy, / habrá que mirar
siempre.” (72). Sí, mirar siempre porque no todo está perdido: Pero miras de nuevo/ el retrato de ayer/
como si pudieras/ regresar al hijo, / como si aún fuese posible/ salvar el
mundo (pág.74).
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