Pardales sin teja, de Manuel Garrido, no es
una novela coral sino un coro de voces, de vidas mínimas, que transitan por un único
escenario, el de una taberna de pueblo. Cada vida, con su forma de mirar, tiene
un impulso, y no menor, de la existencia. Este existir surge de un puzzle vario
pinto que describe, más allá del simple costumbrismo, la realidad de los seres
humanos. Sus intrigas, sus esperanzas y frustraciones, sus deseos y tropiezos.
Un microcosmos vital, porque de vidas se trata, que aparentemente no llegan a
alcanzar más que su propio techo, aspirantes a mantenerse en un sentido único sin
complicarse la vida en el mismísimo cotidiano.
¿Qué puede ocurrir en un pueblo perdido donde “el gris” de sus
habitantes no es más que eso un ser gorrión/ pardal, sin lugar donde posarse / sin teja? Sin embargo nuestro autor le da voz, desde
este aparente estar sin voz, al jubilado que perdió sus aspiraciones o al
contrabandista que ya no trapichea; al fumador empedernido; al idealista de los
animales; al ama de casa que no tiene más cielo que el de cuidar a los suyos; a
la prostituta con aires de emprendedora; al funcionario del ayuntamiento que
trabaja lo justo.
Ciertamente, este es un libro de silencios, un desfile de sombras,
como se indica en la contraportada, pero de silencios sonoros-aunque parezca paradójico-
y da color a ese gris que mencionábamos, potenciando a los que ocupan un
segundo lugar, a los que nunca, por vivir en las periferias, saldrán en la foto
de esta sociedad de fácil alharaca.
De cada uno de los personajes, en
sus 26 capítulos, nuestro autor saca lo mejor de ellos, sus luces únicas y
diferentes. Lo que aparece en este recorrido de pequeñas historias, orquestadas
alrededor de un tabernero y su local, está cotejado de puntuales costumbres que
son un mundo en sí. El lenguaje escogido es sencillo y al mismo tiempo sentido,
un plus emocional que te hace seguir leyendo sin perder el tono desde el
principio. Una novela bien estructurada.
Manuel Garrido acierta con llevarnos a un paisaje de vidas mínimas.
De no hacerlo él, y lo hace muy bien, estas expresiones de lo existencial quedarían
sepultadas en la ignorancia de las grandes empresas literarias que buscan el morbo
de historias grandilocuentes. A los que somos de interior, de provincias, lejos de las urbes, nuestro autor hace
bien en recordarnos nuestros orígenes.
En esta novela no hay que buscar
una trama porque no la tiene, ya que son muchos relatos cortos, veintiséis, con
un punto lírico propio de la buena literatura. Lo que si tiene es la intención
de mostrarnos la grandeza de lo sencillo. De cada una de estas historias se podría
escribir una novela de doscientas páginas. Los personajes son muy sugerentes.
En esta novela, repito, se esboza lo esencial dejando que el lector sueñe e
imagine desenlaces apuntados. Tomás, Javier, Daniel, Lola, Félix, todos y cada
uno de los personajes, de estos relatos, son un poco nosotros, con sus formas
de asumir la realidad en este dejarse llevar por el fluir de cada día. Lo bueno
de esta novela es, además de lo dicho, que consigue ponernos en el ojo del
personaje central, en el del tabernero, alrededor
del cual se orquestan cada una de esas vidas. Su mirada y sus órdenes se
apoderan de lector haciéndonos ver que somos un poco ese ser “tabernero” curioso
y controlador frente a los demás.
En definitiva, este libro,
PARDALES SIN TEJA, de Manuel Garrido, lo recomiendo para todos aquellos que
quieren leer complicándose un poco la vida
personal frente al espejo de esas historias mínimas que dicen mucho en
su no decir –aparentemente-nada.
Badajoz, 29 de enero de 2019
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