domingo, 30 de junio de 2019

PEGADOS AL HORIZONTE


Poemario de amor y desamor, donde los versos vibran ante la ausencia hasta sumergirse en el gozo de la presencia.
Las ausencias la forman seis poemas (I-VI) conformando un capitulo llamado Cantos de sirena. En este espacio el yo lírico siente la pérdida de lo amado, y el querer se confunde con la pasión. El ambiente, lleno de sonidos inconexos, marca la pauta del deseo. Sólo el silencio será capaz de calmar la angustia de lo ausente, de lo que no es, de aquello de lo que no se quiere hacer historia ni pasado. El tiempo juego, en estos versos, un papel protagonista.
Esta idea del canto de las sirenas es una alegoría de lo terrible, de lo irremediable ante el engaño. Ya en el capítulo XII de la Odisea de Homero, el personaje Odiseo hace caso omiso de este canto engañoso de las figuras míticas. Al tomar esta figura literaria el capítulo del poemario pretende subrayar el hecho de la seducción y del engaño, ese que el propio yo sufre ante las ausencias. Lo ausente se idealiza y, aunque resulte paradójico, por el mismo motivo que este hecho engaña atrae.
Las presencias se dibujan con otros seis poemas (I-VI). Este apartado se titula Cantos de tierra adentro. Es el espacio donde el yo traza lo firme en paralelo con otra realidad fuera de su alcance. Ya no se juega con el deseo imaginado sino con la realidad y en presente. Es cierto que este capítulo tiene una traza similar a lo que se pudiera llamar el gozo místico del encuentro haciendo un guiño al Cantico espiritual de Juan de la Cruz. Ahora,  no es la noche sino el amanecer el que dibuja la línea del encuentro. Otra vez el tiempo, ahora sin delimitar, el que conduce a la presencia, a la realidad aceptada volviéndolo todo gozoso.
 Hay quien, después de leer estos dos capítulos que forman la plaqué, podría decir que  el tema principal del poemario no va más allá de una situación romántica donde la protesta por lo que se va se acalla con la luz de lo que llega. Sin embargo, no es así. Los doce poemas cuentan la historia de las perdidas, pero de todas las pérdidas-no solo las amorosas- que, aceptadas, hacen crecer al ser humano. Trata, por un lado, de la lucha interna con los propios sentimientos, y del acrecimiento ante lo que llegal siendo esta realidad algo que el yo aprecia doblemente.
Se juega con la dicotomía amor-desamor, incluso con la paradoja de sufrir al mismo tiempo que se siente la alegría del no todo está perdido.
I  
QUIERO distraer la atención, un río hecho de pasiones
ocultando el canto que me aprieta el sentir hasta herirme.
Quiero sofocar la palabra, ahora balbuceo
bajo el manto de la mañana despertada en la indiferencia.
Quiero no querer que el silencio me abandone dejando
de ti el recuero en medio de los ruidos,
que señalan donde estoy ahora sin norte, quito,
en la atonía de la horas.
Quiero derribar este muro de dolor y entregarme a la luz,
al sonido, a la visión de lo mejor, y crear fantasías,
irreales historias que me lleven hasta ti, sí.
Quiero dormir y levantarme mañana pensando
que todo ha sido un sueño, una pesadilla
y encontrarte ahí aguardado el saludo de la carne
fundida con el alma.
V 
Te he encontrado
después de esperar
en el cansancio de los días.
Gozo de la brisa que baña mi orilla.
recogido en la calma de este río,
al unísono de este fuego
que prende en mí
 sin quemarme.
Te encuentro así, sin titubeos,
llena de primaveras, de lunas.
Y navego en ti, hasta saciar mis labios
con  versos. Sí, con palabras
de viento y mar
y sentirte ardiendo.

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