domingo, 30 de junio de 2019

QUIEBROS DEL LABERINTO (Badajoz, Nuevas Letras, 2003)



Con este poemario editado por Juan Antonio Méndez del Soto en la desaparecida editorial Nuevas Letras e ilustrado con las acuarelas de Leiva (ex-director de la Escuela de Arte de Mérida), consolido una manera de hacer aunque no es la forma definitiva. Los comentarios de Ramón Pérez Parejo a esta obra fueron extraordinarios hasta el punto de entusiasmarme en laPoética del silencio.
La obra está compuesta por 24 poemas escritos en verso blanco y en tercera persona. Marcando cada uno de los capítulos y en cursiva hay una relato, el de un peregrino en busca del centro de una ciudad laberíntica.
La prologuista de la obra, Rosa Rodiño, decía que “la obra nacía de un gran esfuerzo dilatado en el tiempo y por lo tanto hijo es de un parto bien sufrido...”. Rosa añadió  que el poeta es “un caminante que observa y guarda en la memoria el bullicio, la risa de gentes en las calles”.
El poemario traza, a modo de relato y en versos blancos, las andanzas de un peregrino por una ciudad. Esta no es una realidad física sino espiritual. Este el meta-relato para hablar del alma que busca el centro de sí mismo del ser, la realidad innominada del misterio.  La referencia inspiradora es la ciudad de Badajoz.
La estructura interna de la obra se enraíza en los cuatro elementos: agua,  aire, fuego y  tierra. Son estos elementos los que llevan al poeta a mirar con ojos de amante herido por  los rincones de una ciudad donde-paradójicamente-  vive y se siente morir.  Es el lugar donde  el ser, al mismo tiempo que se apaga, renace. En definitiva, el libro trata de los  sentimientos encontrados en la aventura de la búsqueda interior, del fuego como de lo auténtico. Será esta búsqueda   la que provoca esos quiebros, esos saltos propios de quien se resiste a la monotonía del siempre lo mismo.
Así, el relato nos adentra en el entresijo de calles, siendo la ciudad una gran metáfora para subrayar como el ser humano, en su búsqueda de la verdad  se introduce en el laberinto de la existencia, un viaje interior lleno de  sueños y de deseos. Dicho esto se comprende el porqué de la estética de los espacios en blanco en el poema, además de que esto permite al interlocutor una lectura pausada e interiorizar el sentido de los versos.
Es muy importante el simbolismo de la luz, porque este nos acerca a la visión  mística del recorrido. En este singular viaje ayuda que el tratamiento del paisaje sea de tonos claros y sin estridencias así como la insistencia en lo desierto, despoblado y sin vida que le dan un tono social a la búsqueda.
El poemario, viene a ser también una protesta, una denuncia ante situaciones conflictivas vividas en este o parecido espacio. Por otro lado, es notorio  el predominio de lo contemplativo en un ámbito donde el color predominante es el azul.
Hay que  resaltar que a lo largo de todo el poemario existe una ausencia de la primera persona, un escamoteo del yo literario, siendo la tercera persona  la que permite que el protagonismo lo tome lo observado.
Quiebros del laberinto tiene una indirecta intencionalidad y es la de ayudar a que  cada uno encuentre esa  ciudad interior que está por descubrir...

En la frontera del Sol la ciudad herida estaba
En mil pedazos rota.
El viajero se acercó…

A la Alcazaba 

GUSANO de piedras que abraza
el pretil del horizonte,
orilla de otro mundo,
paisaje con sabor a cal,
a madrugadas,
lleno de amores y lunas.
ALCAZABA verdiblanca
bañada de claridad
de vientre arrugado y almohade
donde los días hablan de vientos
AMOR de mañanas que susurran
flores
amor de tardes llenan
los ojos de dulces secretos,
de calles
de cantos desvelados.
PREÑADA de fría soledad
mocea el deseo del aire
que revienta en la lluvia,
en el torpe bullicio del paisaje.
Un dialogo de cielos
acuna las estrellas
TRAICIONES y risas
ansiosas de descanso
se vierten en la sangre
y en el río.
HIPOTECADA
en el impuso del vacío
surca el misterio de los días
esa memoria ácida que la hunde
En la ciénaga del recuerdo.
VIGIA grávida de hombres
que se quiebra
en mil antojos
de atormentados sueños.
DESTRONADA en un paraíso
de abrazos
de ríos,
de lunas,
Juega con el afán mudo
de clarear mares.
VESTIDA con olor de humo y cartón
se agacha en la soberbia de la orilla
con la viuda embriagada
hasta el colmo del hastío. 

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