Esta mañana el aire tiene ese toque de calor abortado. Callejear supone entrar a cuchillo entre lo irremediable y la sombra. Un deseo, pegado al paladar mientras se enciende el semáforo de peatones, beber una limonada, cerrar los ojos y pensar en otros lugares. Pero la realidad se impone a la ficción y los sueños son efímeros. No ha nada que hacer tan solo refugiarse en el supermercado evitando comprar lo innecesario. Y en este ir y venir del safari ciudadano he llegado al mediodía con el ánimo de no hacer mas que lo imprescindible y, eso sí. con el propósito de evitar la televisión y la radio. De escuchar algo prefiero que sea de Brahms o de su amigo Dvórak. Y junto a estos, leer, leer hasta que no sienta el calor ni el hambre. Porque esto será, recordarlo después, el mejor refugio.
1 comentario:
Me gusta mucho la forma de encantar lo cotidiano que tienes. Me quedo por aquí..
Un abrazo.
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