En el ambiente se respira un cierto cansancio o al menos esta es mi
percepción, a la hora de escuchar siempre lo mismo: que el Gobierno nos sigue
ninguneando y aprovecha cualquier ocasión en medio de esta “selva”, donde los
mercados o su p.m. son los que dirigen, para lanzar al pueblo dardos
envenenados. Y lo peor es que este desastroso panorama nos lleva, más allá del
cansancio psicológico, a una especie de anestesia donde el
aburrimiento toma protagonismo.
¿Qué hacer? ¿No ver la televisión? ¿No oír la
radio (la ser)? ¿No hojear el periódico? Creo que no. Hay que estar enterado de todo y mientras más
se contraste la noticia mejor. Esto hará que mínimamente podamos atisbar un
punto de verdad cierta, en medio de tanta mentira institucional, superando así el atontamiento al que
nos quieren llevar los políticos con sus ineptitudes y su forma, cada vez más
obsoleta, de un discurso que no convence. Da lo mismo quien hable. Si lo hace
el Gobierno no hay escapatoria ni
posibilidad de contestación. Siempre es
sí o sí, justificando lo injustificable. Y si habla el partido de la
oposición, un tanto de lo mismo en versión contraria, porque son tan lerdos que
no hace más que repetir lo evidente, soslayando
los vericuetos de las dificultades de un País cada vez más cansado y
empobrecido. Los primeros y los segundos hablan de tal manera, recurriendo
a “palabros” y jergas políticas, que al
final su “charleta” se convierte en mensajes cifrados para los que se necesitan
tener unas claves.
Últimamente el grado de prepotencia estúpida de
los partidos “reinantes” ha superado las
cotas normales de la indecencia creyendo que no nos damos cuenta de sus
jugadas. Los del PP intentando echar balones fuera y los otros, devolviéndoles
la pelota. Esta y otras acciones parecidas hacen que estos “mastuerzos”, que viven de nuestra ingenuidad, se distancien, cada
vez más, de los ciudadanos de a pie.
En fin, dentro de estos registros de políticos
y políticas adversas lo único que se advierte es que la estupidez ha tomado el Congreso y que pronto, como una enfermedad endémica, tomará la calle. Y si no es así por qué “hay quienes aplauden la insidiosa reforma laboral que precariza los
empleos, que expulsa a la clase media del mercado, que anula la esperanza de
los más jóvenes”[1]
y que analfabetizará a los más pequeños.
Más le valdría a estos de la “clap” guardar la energía para “cavar la tumba de esos negocios que le
hicieron ricos”. Concretando, habría
que darle la razón a aquel clásico, Aristófanes, cuando dijo que "la juventud pasa, la inmadurez se supera, la ignorancia se cura
con la educación, la embriaguez con la sobriedad, pero la estupidez dura para siempre".
1 comentario:
Una ardilla puede cruzar España saltando sobre las cabezas de todos sus tontos sin pisar el suelo
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