Rodrigo nunca recordará las veces,
que por las noches, nos hemos levantado a arroparlo. Aunque, a decir verdad, sí tendrá el sentimiento de haber sido
querido. Crecerá, esto sí, con la sensación de saberse entre quienes le apoyan. Cuando le lleguen los crudos inviernos, las circunstancias dolorosas,
mantendrá la sensación de saber que -por muy duras que sean las circunstancias-
siempre habrá quien le arrope y le anime
a seguir apreciando la vida. Y lo más importante, sabrá que alguien le ayudó a
protegerse. Aprenderá a volar y a estar solo y a encontrar ese lugar misterioso
que habita en el centro de sí y que le hará un ser único en medio de otros,
distinto entre los iguales. Respetará, eso deseo, que con los otros no merece
la pena establecer diferencias absurdas. De esta forma habrá aprendido a
arroparse por sí mismo. Rodrigo vivirá lo que su madre y yo no vivamos. Tendrá
todo su derecho, será libre. Eso deseo. Nunca recordará las veces que nos hemos desvelado por él.
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