La primera parte de Ultramor está formada por 34 poemas. En este apartado, con tonalidades platónicas, el poeta aparece como un ser de búsqueda, alguien que va más allá de lo dado. Al borde mismo de la metapoesía, este capítulo es una especie de breve tratado sobre el creador y sus encuentros con la palabra-luz.
Aquí, en los primeros poemas de este “ojos que no ven”, el yo literario comienza preguntándose por el “locus” existencial que conforma el ser, ese que “rema en un mar de plomo” (pg. 13), donde no pretende “pararse”, sino que es donde “revive” y “late/en el dulce formol de las palabras” (pg. 14). Con expresiones como estas, mar de plomo,Alfonso Brezmes apunta al esfuerzo de trabajar la palabra-, al hecho de la creación, aunque en sus versos diga que “no sabe muy bien por dónde empezar” (pg.15).
Sí, comienza por la historia
misma del poeta, de ese que “inauguró
con palabras de miel la época del ruido” (p. 16), transformando la
realidad. Un poeta, a lo Proust, para quien el recuerdo se significa en
forma de “dulcísima/ y amarga
magdalena de la infancia” (pg. 17). Maravillosa expresión que
metaforiza el ser del poeta en un tiempo donde todo es impulso. Por otro lado,
en el poema siguiente el tiempo, el espacio poético, se transforma en
inquietud y búsqueda: El poeta, los poetas son como “nadadores/.../se adentran en el
mar/ por el puro placer de deslizarse” (pg. 18). Así dice:
A veces, en la noche, cuando el mundo
parece una barcaza a la deriva,
los nadadores se adentran en el mar
por el puro placer de deslizarse,
inmunes al abrazo de la lluvia.
En definitiva, esta es la actitud del que crea, alguien que disfruta hilvanado palabras, deslizándose en el interior del verbo hasta fundirse en él. Es como una "Itaca que navega hacia sí misma/hecha de viajeros que la buscan" (pg. 18). Esto es la creación, ésta, la Ítaca poética que Brezmes plasma en estos versos. Una creación en vigilia (en la noche), sin saber por dónde se va (a la deriva), cómo arriba se indicaba.
Brezmes, en estos primeros poemas deja claro que el poeta sigue una intuición que, necesariamente, madura buceando en lo más profundo, allí donde no se ve y abunda el silencio.
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