Sigue sorprendiéndome Ultramor. Ahora, en los últimos poemas de la primera parte "Ojos que no ven", Alfonso Brezmes nos habla de la importancia del silencio y de la escucha atenta. Es por esto que el yo buscador de esperanza, -el propio poeta- antepone el silencio a la escritura. Así dice,
“hoy no quise escribir para escuchar/
el dulce percutir de las palabras, /… /
el corazón de todos los silencios.”
Esto es la razón misma y la esencia de la creación, la vocación del poeta, dejar que la palabra llegue en el silencio, en la noche del verbo, que “es ahora/ el lugar de todos los advenimientos”. (pg. 25). Porque el hecho de escribir está- en un sentido metafísico- en esa otra parte donde “las cosas cambian de lugar/ y las viejas historias recuper(a)n/ la frágil densidad de lo posible.” (pg28). Por ello hay que salir de la luz para enfrentarla, para dejarse invadir por ella y quedar ciego, como Homero, Borges, o Brezmes, dejando un rastro de oscuridad, en esa “casa sin puertas/ cuyo muros son palabras” (pg.29).
Después del silencio, viene el escuchar, como dice Bizet, cita con la que arranca uno de los poemas, “todavía creo escuchar/ oculto bajo las palmeras/ su voz tierna y sonora…” Escuchar, y soñar evitando que la mirada se refleja en los espejos porque estos provocan miedo. Sí, mirar en el alma es un atrevimiento que provoca vértigo y el poeta lo sabe por eso mismo es mejor soñar “huyendo de la realidad y sus disfraces” (pg.33). “Frente al espejo hay un hombre, /…ese hombre es el recuerdo/solo proyecta lo que tiene detrás” (pg. 48). Este es el precio de lo impar, del ser uno-único, “despertar y no verse reflejado en el espejo” (pg.51).
Finalmente, cuando el silencio ha serenado el alma y el oído interno es capaz de escuchar los reflejos del alma entonces el poeta se siente ir, y sueña, mucho más allá del propio estar. Porque no se está se va, y se vuelve. Un continuo moverse con “una moneda/…/ siempre en el bolsillo”. Con una pieza, sin valor, como testigo de lo permanente (pg. 37). Y en esta acción de idas y venidas, a veces, es el alba- la metáfora del comenzar- quien sorprende en este volver a seguir soñando de “los despiertos”.
“Tardó en llegar el alba silenciosa/
y nos sorprendió dormidos/
cuando tú, mi sombra rezagada, /
volvías de regreso ya a tu hogar” (pg. 41),
En este hogar poético sólo hay silencio y escucha atenta, porque “el poeta no es de este mundo” (pg.43), pertenece a ese otro mundo donde la imagen es la realidad más pura. El poeta es “el hombre que un día quis(o) ser” (pg. 45). “Siempre sucede así. / La ubicación espacial no es fortuita…/ Todo se funde, la realidad comienza a desdoblarse” (pg. 49).
Por esto, importa cerrar los ojos para saber que “estás aquí/…/ Y basta” (pg.53).
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