Irrumpen en la avenida
quebrando el sueño de los árboles.
Roncos esperpentos,
devaluados cacharros,
que envenenan el espacio.
Una tortura de luces
que picotean la noche
con un lenguaje extraño
que me agota.
Coches, un mar de velocidades
que apaga el verso de la avenida
y marca la lascivia del consumo.
Me aturde este aire de ruidos sin parar.
Desesperadamente
en estos reflejos te busco.
No te encuentro.
Tú y tu risa estáis en otro mar.
Coches, el desorden de la ciudad,
magnifica inutilidad que me acerca
a tu silencio. Y te sueño
en medio de este desconcierto urbano,
solo tu mirada me salva.
El universo está en la esperanza de ser
más allá de este caos urbano,
de esta crueldad mecánica que nos atenaza.
Irrumpes en el silencio,
fuera de este torpe canto citadino
que nos hace culpables.
Llegas en la serenidad de la vigilia.
Todo está en calma.
Sólo queda abrazarnos
seducidos
por el verbo que nos crea.
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