Cómo vengar la levedad del alma
que calla soledades.
Qué ligera el alma en esta jungla de seres voraces,
Intentando sortear los abismos del abismo
en el que estoy. Sometida al puro devenir
me hace crecer bajo cielos insospechados.
No hay línea recta, todo es azar, improvisación
que me obliga a seguir errante. Y en este tránsito
hay un diálogo que sabe a silencio, a lluvia de otoño,
que cose soledades en el revés de las horas.
Cómo desagraviar esta prudencia inútil que amordaza
el instinto; cómo permitir que la intuición deletree
el mensaje de los instantes en blanco; cómo ver
la cara oculta de las cosas que nos atan a la emoción.
Qué frágil el alma, qué leve su presencia, cuando la carne
reclama las vocales del verso y las horas levantan ídolos
que controlan la risa y la pregunta. Llueve. Cuánta soledad
en este paisaje de paso donde la vida es dirección sin
definir.
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