jueves, 2 de octubre de 2014

Como un dios errante y desnudo.


La noche está borracha de silencios,
de latidos de la sangre, y de imágenes sin color. 
No estás tú. El silencio se bebe la fe,
la oscuridad engulle  la miseria y sus palabras.

Cómo sofocar tanta impiedad en la línea del deseo.

Una voz, apenas un susurro, naufraga 
en la razón y la maldice. No hay nada 
que contarle al tiempo. Se rompe el espejo
de las manos  en la orfandad de la caricia.  

Cómo vengar la levedad del alma que calla soledades.

 Llega el alba, ese tránsito de la luz que perdona 
el llanto de la piel, vacía de caricias, desterrada.
Se despeja la niebla de estos versos de cristal.
Todo está por hacer. Un punto cero con cicuta. 

Cómo  reconciliar tu gesto si el rencor evita la mirada.

Habito en este bosque del deseo como un dios 
errante y desnudo. No quiero romper las huellas 
de tu cuerpo y del abrazo, ese perfume que arrancaba
las sílabas del hastío hasta devolverme a la calma.

Cómo plegar los bordes de la tierra sin romper 
la esperanza de tenerte.

Existo en ti, me conmueve tu sonrisa 
sin ignorar que tu  dolor vomita las verdades 
y escruta, sin miedo, la cara más oculta de mi alma.
Me duele este habitáculo donde estoy y te contemplo. 

Cómo volver a enamorar tu mirada sin cambiar el color
de tus ojos.

Pido a los infiernos que me atan la paciencia para pronunciar
tu nombre sin quebrarlo. La tierra, invadida de absurda estupidez, 
vuelve al silencio. Dios se asoma al caos. Todo está por hacer.
Eva sonríe. Después vendrá el verbo con sus paraísos.

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