No sé si
emprendí un viaje sin retorno, atrás dejé
alegrías desbordantes, paisajes generosos, y la silente hermosura
de las
mañanas. El laberinto se estrecha, existe el impulso de
seguir.
Al rozar la levedad de tu cuerpo, escucho voces.
La sequedad del
ambiente agota
el movimiento de los labios. Tanteo
entre las sombras.
Lo dulce se
vuelve oscuro y las palabras se agolpan
en el hueco de los
labios esperando un beso redentor.
Empañado por el
frío, un espejo marca la frontera
de los sueños. Todo
está nublado. Los ruidos se amortiguan
en el paso de
las horas. Quiero volar y me descubro
amarrado a las
rejas de esta cárcel, sin tus caricias.
No quiero
esconderme de las bestias y enfrento,
cuerpo a cuerpo,
la lucha animal del yo incierto.
Un dolor me
atraviesa dejándome exhausto.
Todo es tan frágil,
que tu mirada me devuelve la vida.
Besos, caricias,
miradas. Un universo de emociones
entretejen los
hilos de un movimiento alterno
que aleja de la
muerte y busca el equilibrio
entre la tierra
y la carne de un cielo por descubrir.
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