domingo, 28 de septiembre de 2014

La estupidez.



Los humanos, seres que nos consideramos inteligentes, tenemos fallos “garrafales” como este de la  estupidez. Esta actitud  puede  llegar a desarrollarse en nosotros de forma tan sutil que, sin darnos cuenta, puede alcanzar cotas inimaginables. Einstein decía, como Renan, que la estupidez es infinita.  Cuando esto sucede, cuando el grado de estupidez e inconsciencia es grande, termina por reventar con lo más sagrado. Ante este hecho me pregunto si este animal que somos,  considerado racional y social, no es más que un conjunto de torpezas, propias de quien piensa sin saber pensar  o un manojo de irregularidades pegadas a la fragilidad del propio ser. En realidad, mientras más nos crecemos pensando que lo sabemos todo o creemos haber conseguido mucho al final comprobamos que  no sabemos nada o incluso que no hemos obtenido, la mayoría de las veces, más que basura. Lo peor de la estupidez no es solo hacerse daño a uno mismo sino, y también, hacerle daño a los seres más próximos, a los que te quieren. Estos son  los únicos que- en momentos de tocar fondo de manera estúpida- te saben “poner las pilas”. Maldita estupidez humana, propia de la  condición de nuestro ser, que nos hace ser- muchas veces- tan inhumanos.

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