Mi carne sigue teniendo memoria del roce
de tu carne y de sus ríos; mis labios recuerdan
cada ángulo de tu piel cosido a las palabras,
ahora, silenciadas; y las manos, ellas tienen memoria
de la arquitectura de tu cuerpo con la medida gigante
de los abrazos.
Cada día que pasa, cada segundo, la memoria
repasa la pasión que resbaló por la periferia
de mi alma y vaga sin descanso buscando la caricia,
y el amanecer de tus ojos, y el bisílabo mágico,
ese que al pronunciarlo deshacía el hielo de mis labios,
liberando mariposas.
Nada ni nadie, ni aquí ni allí, ni ahora ni después,
es como tú. No tengo palabra para relatar este destiempo
en el que la amenaza de la pérdida sobrevuela en el claro
oscuro de los días. Nunca el rap sonó con tanta rabia,
con el ritmo de la calle y sus basuras, como en este momento
en que la memoria quiere hilvanar mis deseos a los tuyos.
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