Hace un año que Rodrigo nos cambió el sabor de la vida.
Un año, aprendiendo a mirar madrugadas; a distinguir
biberones; a ver con tonos diferentes sonrisas y balbuceos.
Crecemos con él, entre gotas del oído y saca-mocos;
entre baños y cremas para la piel . Un año, apreciando,
del biberón al potito, el mundo de los sabores.
Ya no hay murmullos sino palabras, simples palabras
recogidas en un tata que expresa algo más que el sonido
que desprende. Gatea entre los muebles y ensaya en la atrevida
vertical del primer mono. Un año, intentando mirar de frente
en un continuo desvelarse con ritmos de mañanas. Pasos,
sonidos, una galaxia de verbos y frases que sorprende.
Hace un año que el dolor de su madre le empujó
a ver el mundo, el otro mundo de los de pié .
Eran las cinco de la tarde de un dieciséis de septiembre,
menos nublado que este.
Rodrigo,un manojo de emociones que hace temblar
No hay comentarios:
Publicar un comentario