Es temprano y ya vengo
cargado de mañanas.
La calle siente ese temblor de los corta-césped
y el olor a hierba recién cortada. Barullo de gente
en la terraza de una churrería cercana. Olores,
gritos y, como una avispa indiscreta, tu imagen.
Las mañanas tienen ese tono de septiembre,
mitad gris mitad bochorno, que enciende
las aceras en un crepitar amargo de hojarasca.
Las plataneras han reventado el suelo. Un rap
explota en las esquinas, hay mucho miedo.
Tú imagen revienta mis arterias. La rabia
de no saber me confunde. Está nublado.
Las mañanas de septiembre tienen un color
que se palpa en el susurro de la brisa.
Las utopías están al otro lado. Y tú.
Es temprano para pensar. El sueño toma
su partida. Tú no intervienes. Cada vez
más lejos, cada vez más ausente. Respiro.
Es bueno la certeza de sentir el aire
y el movimiento, y el impulso de vivir.
La calle siente ese temblor de los corta-césped
y el olor a hierba recién cortada. Barullo de gente
en la terraza de una churrería cercana. Olores,
gritos y, como una avispa indiscreta, tu imagen.
Las mañanas tienen ese tono de septiembre,
mitad gris mitad bochorno, que enciende
las aceras en un crepitar amargo de hojarasca.
Las plataneras han reventado el suelo. Un rap
explota en las esquinas, hay mucho miedo.
Tú imagen revienta mis arterias. La rabia
de no saber me confunde. Está nublado.
Las mañanas de septiembre tienen un color
que se palpa en el susurro de la brisa.
Las utopías están al otro lado. Y tú.
Es temprano para pensar. El sueño toma
su partida. Tú no intervienes. Cada vez
más lejos, cada vez más ausente. Respiro.
Es bueno la certeza de sentir el aire
y el movimiento, y el impulso de vivir.
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